sábado, 13 de octubre de 2012


Diecisiete casi, dieciocho
 En la vida de un adolescente o adulto joven es común salir a fiestas, beber cerveza, socializar, etcétera. Esa es la vida que yo tengo dentro de la escuela. Yo soy igual que cualquier otro adolescente.  Eso es lo que creen las personas con las que socializo. Pero en realidad tengo ideas que nadie sabe y tampoco quiero que nadie se entere, porque quien lo sepa, creerá que soy rara e incluso loca.
El día de hoy fui a la escuela. Me levanté desde las cuatro de la mañana. Para tomar mi primer camión tengo que caminar durante 15 minutos. El camino que recorro durante este tiempo está lleno de árboles y unas cuantas casas que están algo lejos de la carretera. Cuando paso por aquí no es muy común ver gente, pero esta mañana vi a una persona parada en uno de los postes. Continué caminando pero un poco nerviosa, ya que no se veía si era  mujer u hombre, porque aún estaba oscuro, pero seguí caminando y ahora más rápido.
Llegué a la escuela, pasaron las horas hasta que llegó el momento de salir e irme a mi casa. Durante el camino estuve leyendo. Pasé las dos horas de trayecto y por fin ya estaba en mi casa. Entonces mi celular sonó y era un mensaje de mi amigo, al cual había invitado a la fiesta de esta tarde. Él contestó que sí iba a poder ir.
Pasaron las horas y llego el momento de la fiesta. Ya que estaba ahí me llego otro mensaje. Era de mi amigo, y preguntaba si podía salir un momento porque me tenía que decir me algo. Entonces, emocionada salí, porque desde hacía tiempo él me gustaba y esperaba  que me dijera algo que me haría muy feliz pero solo me dijo que no iba a poder estar en la fiesta porque tenía que ir a dar una tocada. Yo desilusionada, le dije: “sí no te preocupes”. A la hora me llega otro mensaje que decía: “oye, la verdad, no encuentro las palabras adecuadas para decirte esto, bueno, en persona. La neta: me gustas mucho y quisiera ver si podíamos intentar ser más que amigos. Espero tu respuesta con mucha ilusión, chica”. Entonces comencé a pensar en los sentimientos que puede tener un ser humano, pero creo que en realidad eso a veces no me importa, porque sigo teniendo esos pensamientos que para otros son atroces pero para mí son la señal de que soy capaz de sentir.

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